Tuesday, July 10th, 2012
*Nimm mich nach Hause = Llévame a casa (como Rodolfo Langostino)
Cuando de pequeña iba a los cumples de mis compañeritos, lo que más me gustaba del mundo mundial, era venirme cargada de regalillos varios.
Lo más deseado por las niñas, eran las cosas de Hello Kitty y Bobby & Kate (las de mi quinta sabrán quienes eran). Hoy en día hay hasta papel higiénico de Hello Kitty, pero entonces la gatita japonesa pertenecía a la aristocracia de los detalles de cumple, porque era todo carísimo.
En mis cumples había regalitos y juegos que mis papis preparaban para todos los enanos, y luego cine. Mis padres tenían un proyector de Super 8 y aquello era lo más.
En el exquisito menú no faltaban gusanitos de queso para mojar en la Fanta (o la Casera Cola, sin cafeína, por supuesto) y las insustituíbles mediasnoches de chorizo de Pamplona y de jamón de York.
Pero lo mejor era la tarta que podía venir en dos modelos según si la hacía mi padre o mi madre.
Mi mami era más de tarta de galletas (la de chocolate y galletas María que era un “must” en todo festejo infantil de categoría). Mi padre era más arriesgado, y hacía una tarta de trufa a base de nata y colacao que estaba de muerte. ¡Cómo han cambiado las cosas!. Entonces para comprar nata ibas a la pastelería, y eso del espray era de ciencia ficción.
Tengo tan buen recuerdo de mis cumples…
Todavía me acuerdo de muchos de los regalos que me hicieron mis amiguitos, e incluso conservo bastantes de ellos.
Uno de mis favoritos fue mi primera caja de 36 rotuladores Carioca, que me regaló mi amiga Raquel Baeza cuando estaba en tercero de EGB, le tengo que preguntar si se acuerda de aquello.
Por eso tenía tanta ilusión con el cumple de mis nanos, porque aunque no sean conscientes todavía, me gustaría que cuando vean las fotos, sepan que desde su primer añito, les hicimos una fiesta con todo el cariño del mundo, como mis padres me las hacían a mi, y según me cuenta mi guiri, a él también.
No se trata de gastar dinero a espuertas, sino de dedicarle tiempo e imaginación.
Por eso cuando pensé en los regalitos para los invitados, lo que llaman ahora “party favors”, decidí que fueran lo más caseros posible, (y lo más económicos, que hay que ahorrar)
Lo primero que se me ocurrió fueron los típicos marcapáginas recordatorios. Y los hice.
Escribí el poema final que Frederick recita a su familia sobre los ratones de las cuatro estaciones del año, les añadí las ilustraciones correspondientes y puse la fecha y el nombre de los cumpleañeros. Como quedaban sositos, los pegue sobre la misma cartulina de arco iris que me había sobrado de las invitaciones y los plastifiqué. Pero seguían sin convencerme, así que rebusqué entre mis cintas, y les puse cintas de colores del arco iris.
Pero…. todavía fallaba algo… ¡¡¡Se veía la grapa!!!, así que mandé al guiri a la tienda donde compro mis apechusquis, y me trajo unas florecitas de fieltro por 99 cts. que fueron el remate perfecto. No os parece?

Después caí en que el marcapáginas estaba bien para los padres, pero para los niños era quizá aburrido.
Entonces pensé que si la idea del cuento es que Frederick regalaba colores a sus congéneres, nosotros también podíamos regalar colores… ¿pero cómo se regalan colores?
Muy fácil, coges unos botes de mermelada, en mi caso los que tenía de la fiesta del Doctorado del guiri. Sí hombre sí, los que usé de portavelas, os acordáis?

Pues les quité todo, y los fregué bien. Los llené de bolas de chicle de colores de esas de toda la vida que saben a…chicle.
Les puse unos papelitos pinocho por aquí, unas etiquetillas por allá
Por el reverso…

Un poquito de Bakers Twine en azul…
Y quedaron así:

Pero…¡todavía fallaba algo!… desde arriba quedaban sosos…mmm por suerte tenía todavía unas flores de fieltro grandes que me habían sobrado de los marcapáginas (venían en varios tamaños). Se las pegué, y creo que quedaron todavía mejor…
Pero Frederick no regalaba sólo colores, sin también rayos de sol y palabras.
Para nosotros nuestros amigos son muy importantes, y queremos que nunca les falte de nada, así que también les preparé un “Kit de emergencia de Freddy” un minibotiquín personalizado con su nombre donde poder encontrar un Frederick que les cuente historias, y les llene de sol y colores en caso de necesidad
Cogí unas cajitas de cartón que tenía compradas desde hace siglos esperando una ocasión como esta y les hice con papel de seda unos pompones de colores (son muy fáciles de hacer, hay videos en You tube, o en la página de Martha Stewart). Les puse un asa de un alambre para flores que tenía por ahí un rollo, y por el otro lado una etiqueta con el nombre de cada nino y de cada pareja de papás…
Y este fue el resultado:
Pero.. ¿y qué había dentro? os preguntaréis… pues lo dicho: colores, palabras, sol, y un Frederick para llevar… ¡¡¡¡¡Gaaaaalletas!!!!!!



Que se metieron sin rechistar en las cajitas porque sabían que era por una buena causa…

¡Esto no es todo amigos!
Dos días antes de la fiesta, paseando por Ikea, me encontré a toda la familia de Frederick viviendo allí en la sección de peluches.
Les conté de la fiesta, y unos cuantos se apuntaron, pero estaban en pelotillas, y yo les dije que no podía ser, que iba a haber niños y se tenían que poner elegantes para la ocasión y llevar flores e identificarse como familia de Frederick (bien conocido por tener un corazón en el rabito). Confiaron en mi, y se dejaron hacer…

Y así de guapos se presentaron en la fiesta, esperando a ser adoptados cada uno por un niño…
No me di cuenta de hacer una foto a los siete juntos… estos son los de Fran y Martin, los demás ya están con sus nuevos amitos
Ahora sí que sí, ya no hay más regalitos que mostrar, pero todavía quedan algunas cosas: el menú, la decoración…) … ¡quedáos por aquí!
Un besito
PILAR